Crónica del Camino PEJ 2010
“¡SANTIAGO CANTA!”
Además de ser el comienzo de la letra del himno de la PEJ (Peregrinación y Encuentro de Jóvenes) es el resumen de la experiencia vivida tanto en los días del encuentro como en las precedentes jornadas de camino: una juventud inmensa ha cantado de alegría y de fe en Santiago.
El pasado 31 de julio 80 jóvenes de distintos lugares de la geografía diocesana nos poníamos en marcha hacia Orense, donde comenzamos la peregrinación junto con otras diócesis españolas. En total casi 700 jóvenes realizamos juntos el camino por la ruta del sur-oeste. A la vez eran cerca de 9.000 más los que desde otras diócesis y por otras rutas realizaban los mismos días su peregrinación. La meta era la misma, la tumba del apóstol y el encuentro que todos viviríamos una vez llegados a Compostela. Antes había que caminar los
Tras la acogida en el seminario de Orense comenzó nuestro camino. El primer destino Cea, tierras natales de nuestro obispo. D. Camilo nos recibió con los brazos y las puertas de su casa abiertas. Tras celebrar la Eucaristía en la Iglesia de la Saleta y disfrutar de un refrescante baño en la piscina, pudimos reponer nuestras fuerzas con las abundantes viandas con que nos agasajó. Entre los productos que pudimos degustar no podía faltar el famoso pan de Cea. Todo un lujo para unos peregrinos.
No podemos dejar de agradecer a nuestro obispo, así como a su familia, las atenciones dispensadas, su cariño y cercanía. Porto do Souto tiene desde aquella tarde un rincón en el corazón de cada uno de los jóvenes peregrinos de Astorga.
Desde Cea, acompañados en el camino por D. Camilo llegamos a Oseira. Etapa de descanso y retiro espiritual dirigido por nuestro Arzobispo, D. Jesús Sanz. Tiempo para la celebración penitencial y el compartir algo de la vida de los monjes.
Luego vinieron Lalín, Silleda y Lestedo. El cansancio y las ampollas comenzaban a hacer mella en algunos de nosotros pero la esperanza de llegar a la meta nos hacía superar todas las dificultades. Cada día rezábamos antes de iniciar la marcha y al concluir la jornada. Celebrábamos la Eucaristía bajo la bóveda del cielo porque las iglesias se nos quedaban pequeñas. Las duchas eran cada día una “misión imposible” y los pabellones se quedaban pequeños para darnos cobijo en la noche, por lo que había que suplirlos con las iglesias o el mismo cielo estrellado de Galicia.
El testimonio y la palabra de los obispos que nos acompañaban en el camino (Oviedo, Ávila, Logroño, Badajoz, Ciudad Real, San Sebastián) nos ayudó a sentirnos Iglesia en camino. Cada día, cuando la fila interminable de peregrinos comenzaba su andadura, cada uno nos convencíamos todavía más de que aquello tenía un sentido y que valía la pena.
Un sin fin de anécdotas, emociones y gestos de apoyo nos fueron uniendo entre nosotros y nos permitieron llegar, llenos de gozo, a la meta deseada. En medio de una emoción incontenible y desgarrando nuestras gargantas con cantos de alegría hicimos nuestra entrada en una ya abarrotada Santiago, hasta la Plaza del Obradoiro. Muchos abrazos, algunas lágrimas y el aplauso de los que ya nos estaban esperando.
Terminaba el camino pero comenzaba el encuentro. La tarde del viernes estábamos ya en la ciudad del Apóstol 12.000 jóvenes dispuestos a ser “como Santiago, amigos del Señor”. Esa misma noche tuvimos la oportunidad de entrar en la catedral y cumplir con los ritos del peregrino: el abrazo al apóstol y el rezo del credo en su sepulcro.
El sábado por la mañana nos distribuimos en más de 20 templos de la ciudad donde escuchamos las catequesis de nuestros obispos y celebramos la Eucaristía. Por la tarde un montón de ofertas: exposiciones, conferencias, conciertos; fueron rellenando el apretado programa de la jornada. Pero faltaba el plato fuerte.
Por la noche tuvo lugar el momento de vivencia espiritual más fuerte: la vigilia de oración. En el Estadio San Lázaro, ahora sí, con los 12.000 participantes reunidos, los jóvenes peregrinos vivimos un verdadero encuentro con el Señor. Nos presidía el Cardenal Rilko. En el estadio fueron entrando el icono de la Virgen, la Cruz de las JMJ y el Cirio Pascual, mientras cantábamos y escuchábamos pasajes del Evangelio. Cuando todos habíamos encendido nuestras velas, y lo más importante nuestros corazones, entró el Señor en la custodia. Todos nos pusimos de rodillas.
Éramos muchos pero el silencio y la oración nos hicieron sentir que estábamos cada uno a solas con Él. Momento para la acción de gracias, la petición, el recuerdo de los nuestros y la promesa de no separarnos nunca de él. Todo terminó en una fiesta animada no por el alcohol sino por la alegría de la fe, esa alegría que sabe distinta y que nadie te puede quitar.
La mañana del domingo celebramos la Eucaristía final en el mismo estadio y recibimos una invitación y un encargo. La invitación para vernos todos el año que viene en la JMJ en Madrid y el encargo de ser durante este curso testigos que lo que habíamos visto y oído.
Pues aquí estamos. Los jóvenes escriben en el tuenti que esto les ha cambiado la vida y que es lo mejor que les ha pasado hasta ahora, no lo digo yo. Todos están deseando volver a verse. Todos esperan con emoción que llegue la Cruz a nuestra Diócesis el próximo mes de octubre. Más; todos se han apuntado a la Jornada Mundial de la Juventud.
Por mi parte solo puedo darles las gracias a ellos y deciros a todos que el Señor nunca falla y que, una vez más, ha valido la pena. “El Señor ha estado grande con nosotros y estamos alegres”.
Enrique Martínez Prieto
Delegado Episcopal de Juventud
Para ver las fotos del Camino, pincha aquí