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Un testimonio del Camino

 

Camino de Santiago, mi experiencia

 

Es increíble la huella que pueden dejar ocho días en una persona. Días en los que hemos aprendido a vivir sin cama, sin tele, sin música, sin la comida de mamá. Días en los que hemos dejado el mundo de lado para comenzar unidos un camino que desde mucho tiempo atrás llevan recorriendo distintas generaciones. Un camino plagado de polvo, piedras, cuestas interminables, olor a hierbabuena, vacas, ovejas, hierbas que pinchan…, un sin fin de cosas que solo aquellos que viven la experiencia son capaces de imaginar.

 ¿Cómo convertir una noche interrumpida por ronquidos, madrugones y la, digamos, curiosa melodía de una trompeta a modo de despertador, en una risa constante? ¿Cómo conseguir que un grupo de casi 700 personas canten al unísono una canción mientras se extienden a lo largo de casi tres kilómetros por una acera pedregosa en pleno casco antiguo de Santiago? ¿Cómo creer que una velada en un estadio de fútbol rodeados de 12.000 jóvenes más, sentados en el suelo, tapados con el saco de dormir, sin peinarnos ni arreglarnos a penas, puede convertirse en una de las mejores noches de tu vida?

Simplemente, es cuestión de fe. No se puede explicar a quien no quiere entender. No puede ser imaginado por quien no quiere vivirlo. No se puede sentir si no abres el corazón; pero cuando lo haces, se graba a fuego; y eso, hasta el más descreído de los que estábamos allí, lo sintió. Quizás sea una experiencia única, pero yo tengo la sensación de que esto no es más que el comienzo.

La meta no es abrazar al Santo, sino intentar siempre ser uno de ellos. Ahora todos nos desperdigamos, y en el peor de los casos, puede que olvidemos nuestros nombres y no nos volvamos a ver , pero nunca olvidaremos el sentimiento, la sensación que nos recorrió el cuerpo al llegar a la plaza do Obradoiro, al pisar “tierra santa” unidos, abrazados, cantando con todo nuestro ser. Ya no estamos en Santiago, pero ahora estamos un poquito más cerca del cielo.

“Santiago canta. Sigue tu marcha.

La vida es un camino para tiperegrino.

La vida es un sendero para ti, aventurero.

Vamos a caminar.”

 

 

 Mª José Álvarez Fernández

Joven peregrina de Fabero