Una Iglesia que camina unida
Hace tan sólo unos días, llegábamos con la alegría y las emociones a flor de piel, de un camino que se presentaba como una experiencia única y que superó todas las expectativas. Ninguno de nosotros, jóvenes de todos los puntos de nuestra Diócesis, pudimos imaginar que esto sería tan maravilloso, quizá porque aún no nos acabamos de creer que Dios hace nuevas todas las cosas y que con Él todo se puede y todo se goza.
No quería que pasara esta oportunidad para expresar en estas sencillas lineas una experiencia personal que viví en el camino y que me ha hecho amar con mucha más intensidad a la Iglesia, a mi Iglesia, de cual me siento tan orgullosa.
Muchas veces, y más en los ambientes en los que nos movemos los jóvenes, oímos críticas brutales y, en demasiados casos, con poco acierto, sobre la Iglesia y los miembros que la forman. Y ante esto, en la mayor parte de las ocasiones, nuestra respuesta es un silencio; y ya dice el refranero popular que "el que calla, otorga".
Pues se acabó el silencio y la callada por respuesta.
Durante los 8 días que duró la peregrinación, los 80 jóvenes de nuestra Diócesis, junto con los casi 700 que caminábamos a Santiago, hemos podido vivir la experiencia de Iglesia joven, comprometida, cercana, solidaria y humana; Iglesia que camina unida con un mismo objetivo y con una misma meta que es Cristo vivo y resucitado, pero sabiendo que Él, es el mismo Camino que nos acompaña en nuestra frágil vida, pero que aspira a la vocación más grande: ser verdaderos santos del Siglo XXI.
Es verdad que nuestra Iglesia también es pecadora pero ¿cómo no, si nosotros estamos en ella?
Durante el camino nos acompañaron 6 obispos de 6 diócesis españolas. Ellos fueron uno más en cada etapa; rieron, cantaron, animaron y también sufrieron en las cuestas interminables; pero, para esto, también nos dieron los mejores remedios; “MIRAD A LA ESTRELLA, INVOCAD A MARÍA”. Y así, las cuestas eran menos cuestas y el aire llegaba mejor.
Un camino en el que Obispos, sacerdotes, consagradas, jóvenes y familias fuimos una, una sola Iglesia que ama y acoge. Y esto que hemos experimentado durante el camino no es extraordinario; es algo que ocurre todos los días, pero que en nuestros ambientes no somos capaces de apreciarlo y valorarlo.
Además, nosotros, los jóvenes de Astorga, lo pudimos vivir de una forma más especial con nuestro Obispo, Don Camilo. Él nos acogió en su pueblo natal, nos abrió las puertas de su Iglesia y de su casa, nos dio de comer mucho más de lo que necesitábamos como peregrinos, tanto que la empanada de Cea nos acompañó una etapa más hasta llegar a Oseira, y pudimos hacer partícipes de tan suculento manjar a algunos de nuestros hermanos de las distintas diócesis. Y con la boca bien llena y el corazón agradecido, presumíamos diciendo que nos la había dado nuestro Obispo.
En nuestra estancia en Cea tuvimos la oportunidad de ver el Evangelio más real: “el que quiere ser el primero que sea el servidor de todos”. Porque eso es lo que hizo Don Camilo: siendo el primero, se hizo el servidor de todos para que no nos faltara de nada.
Desde Cea hasta Oseira, Don Camilo fue el que guió nuestros pasos por los caminos y quien nos mostró el sendero correcto para llegar al final de nuestra etapa, el monasterio de Oseira. Y es que eso es lo que hace cada día en nuestra Diócesis aunque no nos damos cuenta de ello.
Gracias, Don Camilo, por su entrega y acogida, por seguir contando con los jóvenes y pensando en nosotros. Gracias por ese caminar unidos y cuente con que, si no lo hemos hecho antes, ahora también nosotros queremos caminar junto a usted.
Y es que ésta es nuestra Iglesia y por eso durante el camino una de las canciones más cantadas fue la de “somos una familia, un auténtico mogollón, una iglesia divertida, que donde vamos armamos la de Dios”.
Ésta ha sido mi experiencia, la que me ha hecho sentirme más partícipe de esta familia y amar mucho más a mi Iglesia.
Noemí Pinto Anglada
Gracias, Noemí, por ser testigo vivo de Jesucristo Resucitado.
Gracias por tu profundo amor a la Iglesia.
Gracias por tu valentía en anunciar la Palabra a tiempo y a destiempo.
Gracias por ser una joven de nuestro tiempo que se atreve a apuntar muy alto, a luchar por los verdaderos valores y a ser prolongación viva del Evangelio de Jesús.
Gracias por tu testimonio y por ayudarnos a creer.
Mi oración te acompañará siempre; no dejes de ser como eres y de creer lo que crees. Un besazo.